domingo, 22 de septiembre de 2013

Del corredor no pasas.

“Sobre el cuerpo de Adán descendió el primer zopilote,
uno de cuello atroz y alas ruidosas,
como las de una cucaracha gigante”.
José Revueltas.

Era a la edad de seis años cuando mi abuelo me mandaba a la tienda por caguamas, eso cuando tenía ambos pies, los dedos completos  y aun no le daba la diabetes. Me cuenta mi padre, que a la edad de ocho años, en 1942, venía mi abuelo desde algún pueblito de Hidalgo, que lo traía su padre, que venían en camión rumbo a la capital, a la colonia Bondojo a vivir de la venta de pollos, también dice que él mismo (mi abuelo) era quien los mataba, el que desplumaba a las pobres criaturas que después de ser asesinadas quedan amarillas, casi como el color de la hepatitis, para luego dedicarse a rellenar almohadas y a la venta misma de las plumas por tres décadas de vida.

Fue entonces, al ver terminada su pequeña mina de oro, cuando se aventura ahora a vender frutas y legumbres, a establecer su “negocito”  que le duraría bastante tiempo, porque de eso yo si me acuerdo, yo llegaba de la escuela y me metía a su changarro a saludarlo, me mandaba a “La China” por caguamas, me daba dinero y yo iba por ellas, también fumaba, fumaba puros, aunque eso si me lo contaron, porque yo nunca lo vi prender ni un triste cerillo.

Nunca tuvo estudios, sabe sumar y restar, pero no más. Ahora que es un anciano, que usa silla de ruedas y que casi no habla, es el perfecto estereotipo del  triste viejo campesino urbano, yo no me atrevo a mirarlo a los ojos, le tengo miedo a su tristeza, si acaso lo miro de reojo y al bigote, siempre con la cabeza baja, su cara es el molde que le dio forma a la cara de mi padre, a las de mis tíos y de paso a la mía y a las de mis primos, todos con la misma cara de pelado, del que dio paso a una identidad errónea, a la maldición de la maceta, a ser aves de corral condenados a vivir dentro de una jaula para perico verde.

De mi abuela yo casi no sé nada, sé que se casó muy joven, que venía de Puebla, recién me he enterado de los supuestos engaños de mi abuelo, pero la verdad es que nadie cree eso, se podría decir que desde que le amputaron el pie a mi abuelo, nadie la toma en serio, o al menos eso es lo que dice ella, es igual de melancólica que su esposo, aunque ya ni se hablen, ni duerman en la misma cama, se han hecho muy aparte el uno de otro ahora que son viejos, yo solo los veo juntos en fotos, uno me recuerda a Adán y el otro a una Eva metamorfoseada en Lilith, ambos desterrados del mismo edén, ambos con la cabeza agachada: Lilith con las manos en el pecho y expresión de enojo, y Adán, siempre con su mirada cansada.

Yo siento que mi madre casi no quiere a mi abuela, dice que siempre está de malas, que es imposible hablarle o darle los “Buenos días”, sin embargo, en mis recuerdos, persiste la imagen de dos mujeres charlando, la más vieja quejándose egoístamente, pidiendo que la lleven de regreso a su tierra, chingando a mi tío de que la lleven en el taxi a la central de autobuses, siempre lamentándose, yo la noto cuando sale de su cuarto únicamente para usar el baño, todo el tiempo con una mueca en los labios.

Yo prefería a mi otra abuela, la madre de mi madre, aunque no hayan convivido mucho la una con la otra en otro tiempo, ahora son como uña y mugre, pero ese no es el caso, me ha contado que su madre, mi bisabuela, llegó a subirse a una carrosa tirada por caballos, antes de que la ciudad de México se llenara de autos, porque autos ya había, también cuenta que ella (la madre de mi madre) viajó una vez en tren, rumbo a Veracruz. Hubo un tiempo en el que mi abuela tuvo que cuidar de mi bisabuela, pobrecita, es una viejecita de quién sabe cuántos años, sus hijos ya no sabían qué hacer con ella, es por eso que se la habían enjaretado a mi abuela, nunca quería comer, si acaso tomaba té o  café y pan, pero siempre batallando con la comida, luego vinieron mis tíos por ella, después de dos años para llevársela a otra hermana, decían.

Cada que llego con mi abuela, me invita a tomar asiento y me sirve uno o dos platos de sopa, disculpándose de que no hay dinero, siempre pensando en su pobre casa, a ella, también le ha dado la diabetes, todo por hacer corajes, se los ha hecho pasar uno de mis tíos.

“Del corredor no pasa, naciste para maceta”, se dice que el mexicano siempre anda pensando en jodidez, que el que no se sirve en la misma salsa de sus defectos no es humilde, todos somos de la misma estirpe, somos la sentencia de un montón de pelados, héroes agachados que buscan volver a donde según ellos pertenecen.






viernes, 12 de abril de 2013

Tarot (Parte I)





Soy practicante de la magia celta, una rota bailarina, mi personalidad fetichista me ha llevado a conocer los límites de la imaginación humana, explorar todas las geografías metafísicas no descritas en libros por los escépticos hombres de mundo, soy yo la inventora de nuevos términos basados en el vocabulario latino para la traducción de mágicos textos antiguos, es mi vanidosa figura quien también me ha llevado a  callar los secretos que llevo en la escalera de mi seductora espalda y, sobre todo, a reprimir cada impulso erótico de mis pezones siempre en estado erecto.

Con la plateada brújula oculta por debajo del lunar de mi seno izquierdo, bien guardado en mi verde vestido de hechicera, dependiendo de la dirección que marque la vehemente aguja, levanto mis brazos formando una perfecta simetría con  ambos hemisferios de mi cuerpo, alineándolos a la altura de mis hombros y con un delicioso movimiento de mis manos siento lejano ya el tacto de mis redondeados brazos. Siendo bailarina acaricio el cielo llevando un poco de rocío a cada pensamiento eléctrico que cruza por mi eje, realizando piruetas desde mi cintura hasta mis largas piernas. Mirando el diminuto reloj clavado en la pared, vuelvo entonces a acentuar mis caderas colocando ambos brazos sobre ellas y es pa… de bure, pa… de bure.  Adagio: He conjurado un primer hechizo, mi cuerpo es de arena y se ha vuelto inherente al tiempo, vago entre la relatividad de la horas y continúo mi danza sin que la gravedad me devore por sus terroríficos hoyos negros.

Mi único espectador, el libertino lector de manos, ha sacado de sus bolsillos un objeto no bastante satisfactorio con el cual yo, en una adolescencia no olvidada pero marchita, acariciaba con su filo los tallos de las flores rojas del jardín de mi madre...


sábado, 6 de abril de 2013

La pipa de María.


Olvídese de lo angustiosa que es la noche en trágicos versos de luna llena, fume marihuana. Sí, así como lo lee MA-RI-HUA-NA, lo más recomendable es que  cambie de adicción lo más pronto posible: Se ha demostrado que el consumo del cigarro a largo plazo es  perjudicial para sus bellos y delicados pulmones, mire usted: El tabaco, la nicotina y el alquitrán, olvídelos, este tipo de substancias son las que arruinan sus lunas menguadas de erotismo,  la destreza de sus finas y largas manos, la borrosa visión de sus recuerdos, sí, usted sabe de que le estoy hablando, solo lo llevan a la decadencia de lo que posiblemente es una civilización bélica en potencia… ¿pero qué dice? ¿Qué la marihuana es igual de dañina que el cigarro? Usted está muy equivocado señor. Verá, en tiempos de nuestros antepasados,  esta plantita se usaba únicamente con fines curativos, medicinales,  qué sí las nauseas, qué si el vomito, qué si tenía dolor de no sé qué, ahí iba usted a la farmacia o la botica más cercana y le daban su receta de marijuana para que se aliviara. ¿Qué, que usted no está enfermo? ¿Y la nostalgia qué es? Es la enfermedad que le da a los poetas, a los perros sin dueño, a los pintores, al que toca el piano, a los vagabundos,  a todos nos da una vez, es como la gripe pero peor. Yo sé de que hablo, por eso le traigo a la venta esta innovadora pipa para sentir el verde, para entretejer bien  los hilos de las nubes grises a sus labios, sentir en el gusto lo picosito de su esencia,  yo ya la he usado sino no se la estaría aquí vendiendo, verá se dice que desde los antiguos romanos ya se usaban las pipas de vidrio y de piedra tallada a mano en tiempos de las antiguas civilizaciones mesoamericanas, creerá usted que le estoy inventando todo, que estas son puras mentiras, que yo soy un payaso o no sé que estará pensando, pero también se dice que hay que basarnos en las culturas antiguas para lograr tener el mismo éxito que ellos, por eso le digo que esta pipa es la mejor en cuanto a su estructura, inigualable, indiscutible, usted debería comprarla señor, ándele, ya verá lo bien que se la pasará en su silloncito de madera, mirándose al espejo con sus ojitos taciturnos, usted verá a avestruces corriendo y jalando carretillas, a osos cazando peces en el cielo, sino es que burbujas y elefantes rosas, será como en un sueño, todo lo verá a colores, en diferentes tonos de verde, desde el pistache hasta el que se usa en  los uniformes de los militares o sí lo prefiere a blanco y negro como en las películas del cine mudo de los años treinta, por cierto… ¿Cuenta con encendedor?




Oniromancia.



¿Qué son los sueños? Los sueños constituyen un mundo creado por el subconsciente del artista, es lienzo, tinta, papel, la antítesis de nuestros ideales, tonalidades de una inmensa gama cromática para el que pinta, una ola que se lanza sobre el cielo formando nubes y simetrías hídricas sobre el firmamento, son los pensamientos más inadvertidos que recorren las líneas de la palma de la mano con la que se escribe, historias que se entretejen a los labios, que se llevan en la punta de la lengua cómo los acentos, de Morfeo y su planta de adormidera, de la virgulilla que flota sobre la letra eñe, con escenas de películas que vemos en el cine mudo de los años treinta; hablamos de los enigmas de la mente de Buñuel, de Dalí, de Linares, de Ruy Sánchez, y entre otros más que han plasmado colores (o pigmentos en blanco y negro) a este plano. 
Los sueños nos sirven para adivinar el presente, son un repaso lúdico de la propia  psique. Se nos manifiestan cómo fantasmas de adolescencias enamoradizas, lo hacen por noches en la que los grillos cortejan a su compañeras, en horas en que las nubes ocultan complacientes a elefantes mostrando apenas el marfil de sus colmillos, noches en las que mujeres buscan por sus hijos entre alaridos gritos y lamentos, lo hacen cuando las bolas de fuego atraviesan los cerros y cuando los charros esperan por nosotros en la plaza de Guerrero. Somos seres míticos que sueñan, un sueño de otro sueño. 


Tocata y Fuga.

Entre sus piernas se ahogó Sebastian Bach.