viernes, 12 de abril de 2013

Tarot (Parte I)





Soy practicante de la magia celta, una rota bailarina, mi personalidad fetichista me ha llevado a conocer los límites de la imaginación humana, explorar todas las geografías metafísicas no descritas en libros por los escépticos hombres de mundo, soy yo la inventora de nuevos términos basados en el vocabulario latino para la traducción de mágicos textos antiguos, es mi vanidosa figura quien también me ha llevado a  callar los secretos que llevo en la escalera de mi seductora espalda y, sobre todo, a reprimir cada impulso erótico de mis pezones siempre en estado erecto.

Con la plateada brújula oculta por debajo del lunar de mi seno izquierdo, bien guardado en mi verde vestido de hechicera, dependiendo de la dirección que marque la vehemente aguja, levanto mis brazos formando una perfecta simetría con  ambos hemisferios de mi cuerpo, alineándolos a la altura de mis hombros y con un delicioso movimiento de mis manos siento lejano ya el tacto de mis redondeados brazos. Siendo bailarina acaricio el cielo llevando un poco de rocío a cada pensamiento eléctrico que cruza por mi eje, realizando piruetas desde mi cintura hasta mis largas piernas. Mirando el diminuto reloj clavado en la pared, vuelvo entonces a acentuar mis caderas colocando ambos brazos sobre ellas y es pa… de bure, pa… de bure.  Adagio: He conjurado un primer hechizo, mi cuerpo es de arena y se ha vuelto inherente al tiempo, vago entre la relatividad de la horas y continúo mi danza sin que la gravedad me devore por sus terroríficos hoyos negros.

Mi único espectador, el libertino lector de manos, ha sacado de sus bolsillos un objeto no bastante satisfactorio con el cual yo, en una adolescencia no olvidada pero marchita, acariciaba con su filo los tallos de las flores rojas del jardín de mi madre...


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